domingo, 24 de febrero de 2008
Diario de golondrina
Amélie Nothomb es una escritora que cultiva el excentricismo. Nació en Kobe, Japón, en 1967, y ya tiene leyenda. Hija de un diplomático belga, pasó su infancia en Japón y, posteriormente, se afincó en Bélgica, país desde donde escribe con una celeridad difícil de igualar, pues sus más de veinte libros la encaminan, cual Simenon, a un promedio de más de dos libros al año. En su última pieza literaria, Diario de golondrina, narra en primera persona, la historia de un joven que se convierte en un asesino a sueldo. Es una novela que en principio parece atractiva, aunque con una mezcla de géneros que puede resultar explosiva: lo romántico, lo policiaco y quizás el terror unidos en un libro. Este personaje se convierte en asesino a sueldo después de un gran fracaso amoroso. Y más: el único placer que logra sentir es al asesinar. Sin amor, esa es su única endorfina: matar. Como asesino, no siente ninguna compasión por sus víctimas. Pero esa frialdad absoluta se ve truncada en el momento en el que se enamora de una víctima a la que ya ha asesinado. El amor tiene lugar, podríamos decir, a posteriori, después de la muerte, en el recuerdo. Eros y Thanatos, vida y muerte, se conjugan aquí para hacer emerger una sensibilidad perdida. Un libro breve -como suele escribir Nothomb- cargado de pólvora: de provocación, humor y tristeza. Así son las novelas de Amélie: pequeñas bombas que actúan en silencio, que espantan, conmueven y generan adicción.
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