-¿Ya viste al señor de por allá mamá? Es el que salió en las noticias el otro día.
-Sí hijo, mejor voltéate, no vaya a ser contagioso.
(Un gran cuchicheo se apodera del vagón del tren)
-Mira su cara, tiene algo bien raro en sus labios y en general parece enfermo, con razón tanta algarabía.
Matías había aparecido en todos los medios de la ciudad en días pasados, un niño con su celular le tomó una foto mientras sonreía, un evento sin precedentes y que nadie recordaba. Desde entonces su vida era como la de la estrella de cine Rupert Folk. Todo el día perseguido, sobajado e incluso humillado por los que le rodeaban. Los médicos se cuestionaban el origen de este mal, era imposible ver sonreír a alguien, todos contaban con lo que desearan, la felicidad se había convertido en algo innato para las personas. La normalidad de esto había eliminado toda muestra de emoción o sorpresa entre los habitantes. El Estado proveía a los suyos con lo que quisieran, siempre y cuando estuvieran al servicio del mismo.
Algo extraño sucedía con Matías, algo más le había ocurrido y le había desprendido una sonrisa de su rostro. Todos empezaban a especular e investigar sin tener claro qué le había pasado. Ni las mujeres, ni los automóviles, ni nada material causaba la felicidad del personaje que no podía dejar de sonreir.
-Sí hijo, mejor voltéate, no vaya a ser contagioso.
(Un gran cuchicheo se apodera del vagón del tren)
-Mira su cara, tiene algo bien raro en sus labios y en general parece enfermo, con razón tanta algarabía.
Matías había aparecido en todos los medios de la ciudad en días pasados, un niño con su celular le tomó una foto mientras sonreía, un evento sin precedentes y que nadie recordaba. Desde entonces su vida era como la de la estrella de cine Rupert Folk. Todo el día perseguido, sobajado e incluso humillado por los que le rodeaban. Los médicos se cuestionaban el origen de este mal, era imposible ver sonreír a alguien, todos contaban con lo que desearan, la felicidad se había convertido en algo innato para las personas. La normalidad de esto había eliminado toda muestra de emoción o sorpresa entre los habitantes. El Estado proveía a los suyos con lo que quisieran, siempre y cuando estuvieran al servicio del mismo.
Algo extraño sucedía con Matías, algo más le había ocurrido y le había desprendido una sonrisa de su rostro. Todos empezaban a especular e investigar sin tener claro qué le había pasado. Ni las mujeres, ni los automóviles, ni nada material causaba la felicidad del personaje que no podía dejar de sonreir.
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